El lugar es
divino, nosotros estuvimos en 2012, cuando todavía no teníamos hijos, en realidad estaba en la panza. Es un lugar para
pasar unos días desconectados de todo, hacer un poco de "nada" y respirar aire puro!
Es un casco de estancia antiguo reciclado, el
resultado es soñado!
Las
habitaciones son espaciosas, los espacios comunes tienen una
estilo vintage clásico sin empalagar. Todos los detalles están pensados. La oficina tiene una pared empapelada con mapas y un avión amarillo que hace soñar con un próximo destino.
El desayuno es bien de campo, todo muuuuy rico y se sirve en un
espacio súper canchero: una cocina antigua, un mueble lleno de objetos y varias radios antiguas (de las que a mi me encantan!!!!)
En el centro un
patio divino, mucho verde, una arboleda añosa, una pileta enorme con camastros que dan
ganas de quedarse a vivir!
El lugar es muy lindo, súper recomendable y la
atención de sus dueños a la altura de una estancia boutique. Ojalá volvamos pronto en plan familiar!
Hasta la semana que viene!